
La soledad se ha convertido en unos de los principales desafíos de las sociedades occidentales. En las bases de la soledad encontramos numerosas razones, pero podemos destacar los recientes cambios demográficos y factores sociales como especialmente relevantes. Los cambios demográficos son consecuencia de dos hechos claves como son el decremento de las tasas de natalidad y el incremento de la esperanza de vida. En el contexto social, factores como el surgimiento de nuevos modelos familiares, crisis en los sistemas de cuidados, la desprotección familiar y las dificultades para conciliar vida familiar y social. La soledad es un problema relevante para toda la población, especialmente para las personas mayores. Según la Encuesta continua de hogares del INE el número de hogares unipersonales alcanzó en el año 2020 los 4.849.900, lo que supone el 26,1% del total de hogares. De esta cifra, 2.131.400 (un 43,6%) tenían 65 o más años. Y, de ellas, 1.511.000 (un 70,9%) eran mujeres. El fenómeno de la soledad no solo se limita al conjunto de la población española, sino que también tiene un reflejo claro en la población oncológica. Así, se estima que en 2022 más de 49.000 personas que fueron diagnosticadas de cáncer vivían solas. Esta realidad se constata cada día en los hospitales. En los últimos años ha aumentado el número de pacientes que durante los ingresos hospitalarios están solos siempre o la mayor parte del tiempo. Las razones son diversas: algunos pacientes porque no tienen a nadie -muchas mujeres de edad avanzada viven solas-; otros porque son ancianos con pareja o hijos ya mayores que también presentan una salud delicada, lo que imposibilita que estén día y noche acompañando al enfermo; otros porque tienen hijos, nietos o hermanos, pero no pueden realizar visitas por incompatibilidad con los horarios laborales; porque residen o trabajan lejos, o porque muchas familias ya no son tan extensas o no mantienen un contacto frecuente.
Soledad demográfica y cáncer. ¿Cuántas personas diagnosticadas de cáncer viven solas?
El 17% de las personas que han sido diagnosticadas de cáncer en España, durante el año 2022, vivían solas en el momento del diagnóstico. Lo que representa un total de 49.249 personas que afrontan el diagnostico, los tratamientos y los cambios que la enfermedad conlleva en situación de mayor vulnerabilidad. Por sexo, los hogares unipersonales son más frecuentes en el colectivo femenino. Las mujeres con cáncer que viven solas representan el 21% del total de personas diagnosticadas en el año 2022 frente a un 14% en los hombres. En la población oncológica, al igual que ocurre en el conjunto de la sociedad, la soledad es una realidad asociada a la edad. El 76% los pacientes que viven solos son mayores de 65 años, un total de 37.383 pacientes en el año 2022. La proporción de pacientes de cáncer que viven solos es particularmente grave en las zonas más rurales. Así, en las comunidades autónomas de Castilla y León, La Rioja, Asturias y Aragón los porcentajes son superiores al resto. Las provincias que presentan mayor proporción de hogares unipersonales y pacientes de cáncer son Soria (23%), Zamora (22%), Segovia (21%), Ávila (20%) y León (20%).
En este apartado se ha analiza el grado de soledad no deseada que están sufriendo las personas afectadas por cáncer. La Soledad No Deseada va más allá de la soledad demográfica. Es un sentimiento que se produce cuando la persona no está satisfecha con sus relaciones sociales. Es decir, cuando las interacciones sociales que realiza no se adecúan, por número o calidad, a las que desea o necesita. Patricia no vivía sola cuando le diagnosticaron de cáncer de mama en 2013, tampoco cuando iba a tratamiento de quimioterapia. Patricia no es uno de esos 49.000 enfermos que viven solos, pero Patricia se sentía sola.
“Todo empieza cuando te dan el diagnóstico, el momento de estar en consulta y ponerle nombre a lo que tienes... ya sales diferente de allí”.
Un estudio realizado por el Observatorio del Cáncer determinó que la enfermedad oncológica es uno de los principales factores vinculados al sentimiento de soledad, también llamado aislamiento emocional.
El colectivo de personas con cáncer ha experimentado gravemente esta situación. Así, el 40% de las personas afectadas de cáncer están sintiendo una situación de soledad no deseada muy significativa. Concretamente, el 12% de los pacientes siente que le falta compañía frecuentemente, el 11% tiene la sensación de estar aislado de los demás, y el 9% ve dificultades en conectar con los demás, que “la gente está a su alrededor, pero no realmente con ellos”. En los casos en que las pacientes han reconocido sus sentimientos de soledad no deseada, esta ha sido definida en los siguientes términos:
“Estoy como vacía, no tengo con quién hablar, no tengo con quién comentar nada, ni siquiera comer juntos, tener una conversación o algo, ¿no?, yo a eso lo llamo soledad.”
La soledad es inherente al proceso de enfermedad. La omnipresencia de la enfermedad oncológica condiciona toda la vida de la persona enferma, lo que genera un sentimiento profundo de soledad. Este sentimiento de soledad inherente a la vivencia de la enfermedad estará ahí siempre, con mayor o menor intensidad, independientemente de lo que el entono social (familiares, amigos, instituciones, profesionales, comunidad) pueda ofrecer.
“Estás sola. En el fondo, estás tú sola con tu problema”
Los pacientes de cáncer presentan cierta percepción de incomunicación y aislamiento subjetivo, y aun en aquellos casos donde se mantienen relaciones sociales significativas, en ocasiones perciben falta de comprensión, de cariño o de atención, Los pacientes de cáncer expresan cómo su entorno suele poner límites muy claros a lo que están dispuestos a oír (quejas, lamentos, sufrimientos), algo que las personas enfermas reciben de forma violenta, como una censura social que termina induciendo una autocensura personal. Esto es así porque, en ocasiones, el entorno social no quiere o puede involucrarse en los problemas que la enfermedad genera. La falta de sensibilidad, empatía o recursos emocionales para sostener este tipo de conversaciones, pueden generar dolor e incomunicación, provocando sentimientos de soledad en los pacientes.
“Tengo una amiga de hace cuarenta y pico años, que es encantadora, y cuando me llama, habla ella sola. Ella sola habla, se lo dice. Yo la escucho: ‘Ajá’. Y adiós. Y es una persona maravillosa, pero ella no quiere oír lo que yo tengo que decirle: ‘Estoy hecha una mierda, me quiero morir. Esto es un infierno’. No, la gente no quiere escuchar eso”
Uno de los aspectos fundamentales en el vínculo cáncer y soledad son las dificultades físicas derivada de los tratamientos en el proceso oncológico. El cansancio y el dolor son dos elementos centrales para comprender la relación entre el cáncer y la soledad, ya que ambos son descritos como causantes del aislamiento y del sentimiento de soledad. Un tipo de cansancio que agota los intereses de las personas, sus ganas de relacionarse y de salir al “exterior”.
“Bueno yo me encuentro muy cansado, y me pego todo el día de la cama al sofá, del sofá a la cama, ya no salgo a la calle...”
En aquellos pacientes donde los efectos secundarios derivados del proceso oncológico y su tratamiento tiene secuelas físicas visibles, se puede generar además una crisis de la autoimagen que afecta a la forma en que uno es visto por los demás, provocando un deterioro de las relaciones sociales. Esta situación en algunos casos genera procesos de autoexclusión y aislamiento social.
“Lo que pasa es que la gente hace que, a veces, te dé eso porque se te quedan mirando en la calle, yo voy con gorro, ya no me quedan cejas y claro, se nota en la cara, como he adelgazado, se nota que tengo algo, ¿no? Y te quedan mirando de una manera rara y eso sí te hace sentirte mal”
Los procesos de cambio de residencia, dispersión geográfica o formación de nuevos núcleos familiares pueden obstaculizar las relaciones entre pacientes y sus redes de amistades y familiares. En este caso los vínculos se mantienen, pero se debilitan por factores situacionales.
“Y que mis hermanos tienen, también, sus grupos familiares, es decir, no viven aislados como estoy yo…, tienen otras preocupaciones y otros temas de los que focalizar su atención, ¿no?, pero bueno, mi familia ahí está y de vez en cuando, pues eso, hablamos y en alguna ocasión vinieron a verme”
Para profundizar en la relación entre las soledades no deseadas y el cáncer, puedes descargar el informe monográfico a continuación: