La vida de millones de personas desplazadas se ha tornado aún más difícil debido a la crisis de COVID-19. Los obstáculos que enfrentan van desde restricciones en el acceso al asilo hasta el arrebato de sus medios de vida y el confinamiento en habitaciones estrechas o en campamentos densamente poblados. Para las mujeres y la niñez desplazadas, el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas, el confinamiento y el cierre de escuelas han supuesto nuevas amenazas.
Yemen. Personas desplazadas reciben asistencia durante la pandemia de la COVID-19.
Pocos meses después del brote, los informes sugerían que se había intensificado la violencia contra las mujeres y la niñez. Las medidas de contención atraparon a mujeres, niñas y niños con sus abusadores, y los sistemas de apoyo dejaron de estar a su alcance. El riesgo de sufrir violencia era aún más pronunciado para mujeres y niñez desplazadas, quienes constituyen el 70 por ciento de todas las personas desplazadas por la fuerza en el mundo.
En el caso concreto de las mujeres desplazadas, la pandemia les ha arrebatado medios de vida de por sí precarios y les ha impuesto más exigencias en el hogar, lo cual ha agravado las desigualdades de género.
“Estamos viendo graves manifestaciones de desigualdad de género para algunas de las personas más vulnerables y desfavorecidas del mundo, y una trágica erosión de algunos logros importantes que costó mucho alcanzar en materia de igualdad de género en las últimas décadas”. – Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados
En los primeros meses de la pandemia, la comunidad experta estimaba que, por cada tres meses de medidas de confinamiento en todo el mundo, 15 millones de mujeres y niñas estarían expuestas a la violencia de género, lo cual equivale, aproximadamente, a tres veces la población de Nueva Zelanda.
Las mujeres y niñas refugiadas y desplazadas internas corrían un mayor riesgo de sufrir violencia de género incluso antes de la COVID-19. Por ejemplo, se estima queuna de cada cinco mujeres desplazadas por la fuerza en crisis humanitarias ha sido víctima de violencia sexual, una de las muchas formas que toma la violencia de género. Las repercusiones socioeconómicas de la pandemia no han hecho más que intensificar este riesgo debido a que han aumentado las tensiones en los hogares, mientras que las medidas de confinamiento han creado barreras adicionales para denunciar abusos y buscar ayuda.
Internally displaced Congolese woman is getting vocational training and recovering from gender-based violence.
Colombia. A 21 year-old from Venezuela receiving support at UNHCR’s Riohacha Safe Shelter for GBV Survivors.
Izquierda: Una desplazada interna sobreviviente de violencia de género de República Democrática del Congo. | Derecha: Una superviviente de violencia sexual recibe apoyo en el albergue de Riohacha, Colombia.
En situaciones de desplazamiento interno, el 96 por ciento de las plataformas de coordinación humanitaria supervisadas por ACNUR informaron que existía un riesgo entre moderado y extremo de violencia de género a finales de 2020; de hecho, 89 por ciento describió el riesgo como grave o extremo. La preocupación por el alto riesgo de violencia de género no ha menguado en 2021 debido a otras problemáticas (algunas de las cuales se han agravado), entre ellas, la trata de personas, el intercambio o la venta de sexo como mecanismo para afrontar la situación, y el matrimonio infantil, que también se han reportado en tasas alarmantes.
Niñas obligadas a contraer matrimonio
El matrimonio infantil era una preocupación mucho antes de la pandemia, incluso en países que acogen grandes poblaciones de personas refugiadas o que experimentan altos niveles de conflicto y desplazamiento.
Los propios informes de ACNUR señalan que, entre los riesgos identificados en los últimos cinco años, el matrimonio infantil es uno de los más comunes para la niñez desplazada.
A lo largo de la pandemia, ACNUR ha recibido informes preocupantes de que, por las presiones socioeconómicas resultantes de la COVID-19, más familias desplazadas internas han recurrido a forzar o presionar a sus hijos (especialmente a las niñas) para que se casen.
De acuerdo con UNICEF, la COVID-19 podría poner en riesgo de matrimonio infantil a hasta 10 millones de niñas más en la próxima década, lo que interrumpiría gravemente los esfuerzos por acabar con esta práctica.
Infancia interrumpida
El hecho de que sea mayor el riesgo de matrimonio infantil es solo una de las formas en que la COVID-19 ha afectado negativamente a la niñez. Mientras que la respuesta a la pandemia se ha centrado principalmente en personas adultas, personas mayores y personas con problemas de salud preexistentes, las numerosas repercusiones secundarias de la crisis de la COVID-19 están poniendo a la infancia —en particular a la niñez desplazada— en riesgo de sufrir daños a largo plazo en sus perspectivas de futuro.
Cierre de escuelas
En 2020, 1.580 millones de niñas, niños y jóvenes —desde educación preescolar hasta niveles de educación superior— se vieron afectados el cierre de escuelas derivado de la COVID. Aunque la niñez de todo el mundo ha tenido dificultades, la desplazada por la fuerza se ha visto especialmente perjudicada.
Por ejemplo, antes de la pandemia, en comparación con la niñez no refugiada, era dos veces más probable que la niñez refugiada abandonara la escuela; de hecho, las niñas refugiadas tenían incluso menos probabilidades de estar matriculadas en la escuela secundaria que los niños (27 por ciento frente al 36 por ciento).
Al principio de la pandemia, estimaciones de la Fundación Malala sugerían que hasta el 50 por ciento de las niñas refugiadas que cursaban la escuela secundaria podrían no regresar cuando reabrieran las escuelas.
Foto: Una niña nicaragüense (10 años) solicitante de asilo hace sus tareas en línea, mientras las escuelas de Guatemala permanecen cerradas.
Ten-year-old Nicaraguan asylum-seeker does her homework online, as schools in Guatemala remain closed. Her family fled threats of violence back home.
Separación familiar
En 2020, las restricciones a la circulación, el confinamiento y el cierre de fronteras limitaron las posibilidades de reunificación de madres, padres e hijos refugiados en los países de asilo. Aunque muchos países han relajado las restricciones desde entonces, prevalece el riesgo de separación. De hecho, en 2020, las operaciones de ACNUR detectaron que la separación de madres y padres constituye el mayor riesgo para la protección de la niñez desplazada a nivel mundial.
Foto: Niñez no acompañada reubicada desde Grecia a Francia.
Violencia infantil
La experiencia de brotes de enfermedades y pandemias anteriores nos dice que la violencia infantil aumenta en tiempos de crisis. Aunque es difícil de predecir,World Vision International estima que la violencia contra la niñez podría aumentar entre 20 y 32 por ciento debido al confinamiento, el aumento de la pobreza y las dificultades económicas relacionadas con la COVID-19.
En 2020, en comparación con el año anterior, el número de operaciones de ACNUR que reportaron riesgos de violencia, acoso o abuso de la niñez desplazada aumentó diez por ciento. En particular, se detectó un aumento en la violencia contra la niñez por parte de sus cuidadores a causa de la presión financiera y psicológica que la pandemia ha ejercido sobre las familias.
En situaciones de desplazamiento interno, el 89 por ciento de las plataformas de coordinación humanitaria supervisadas por ACNUR informaron de un riesgo entre moderado y extremo de violencia infantil a finales de 2020. En mayo de 2021, el 83 por ciento seguía informando de altos niveles de riesgo, incluso en Afganistán, República Democrática del Congo, Nigeria, Sudán y Siria.
Incluso antes de la pandemia de COVID-19, las mujeres y niñas con discapacidad ya estaban expuestas a mayores índices de violencia de género. De hecho, eran víctimas de violencia por parte de sus parejas y familiares en una proporción tres veces superior a la de otras mujeres. Mientras tanto, la niñez con discapacidad se encuentra entre las poblaciones más vulnerables, marginadas y estigmatizadas del mundo, y se espera que la COVID-19 aumente su exposición al riesgo de abuso y violencia.
Proteger a la niñez y apoyar a supervivientes de violencia de género
El ochenta y cinco por ciento de las personas refugiadas y de las personas venezolanas desplazadas en el extranjero han sido acogidas por países en desarrollo, muchos de los cuales también luchan contra conflictos, desastres y desplazamientos internos. Además, en esos países, las contribuciones de donantes para programas de protección de la niñez y de apoyo a supervivientes de violencia de género están muy por debajo de lo necesario.
Mozamique. PSEA and GBV training to Protection Focal Points in an IDP settlement in Cabo Delgado.
Izquierda: Familia salvadoreña refugiada se divierte durante una visita a Guatemala. | Derecha: Sesión de capacitación sobre violencia de género en un asentamiento para personas desplazadas internas en Cabo Delgado, Mozambique.
La ayuda humanitaria es un salvavidas para las personas desplazadas por la fuerza; sin embargo, el impacto acumulado y multifacético de la COVID-19 ha provocado una crisis de protección y financiación sin precedentes para las personas refugiadas, desplazadas internas y apátridas.
Respuesta de ACNUR
A pesar de los desafíos asociados con la crisis de COVID-19 y la escasez de fondos, ACNUR continúa prestando servicios que salvan vidas en todo el mundo. Algunos servicios para supervivientes de violencia de géneroy para la niñez en riesgo han tenido que adaptarse para brindar asistencia a distancia.
Ecuador
México
Etiopía
Kenia
Serbia
Líbano
Jordania
Pakistán
Bangladesh
Ecuador
ACNUR está reforzando la capacidad del sistema local de protección infantil para identificar los casos de separación familiar durante la pandemia, dar la respuesta necesaria y remitir a ACNUR los casos que necesitan apoyo adicional. Además, se utiliza WhatsApp para informar a las comunidades sobre los servicios, sobre cómo prevenir el contagio de COVID-19 y sobre la separación en caso de que enferme un miembro de la familia.
Foto: Ecuador. Apoyo a la niñez no acompañada en Quito.
México
Junto con OIM y UNICEF, ACNUR elaboró material informativo sobre la COVID-19; el material se dirige a la niñez. Asimismo, ACNUR apoyó el desarrollo de actividades recreativas durante el confinamiento y creó videos para difundir las oportunidades de aprendizaje a distancia que ofrece el Ministerio de Educación.
Foto: Un niño solicitante de asilo juega a tomar fotos con un teléfono móvil de juguete.
Etiopía
ACNUR siguió dando seguimiento a la niñez en situación de vulnerabilidad manteniendo comunicación con personas refugiadas que se ofrecieron como voluntarias y aumentando sus créditos telefónicos. Asimismo, se reasignaron fondos para la protección de la infancia durante la pandemia de COVID-19, lo que incluye proporcionar ayuda en efectivo a las familias de acogida en situación de vulnerabilidad.
Foto: Un niño refugiado de Sudán del Sur vuela una cometa en el campamento de refugiados de Jewi, en Etiopía.
Kenia
En el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia, el equipo de ACNUR especializado en violencia de género añadió una cuenta de WhatsApp a la línea de atención para que las personas supervivientes o en riesgo de sufrir violencia de género pudieran comunicarse en privado con personal de trabajo social. Aunado a ello, el equipo gestionó un programa de radio mensual en el que se tratan diferentes temas relacionados con la violencia de género y se informa a la audiencia sobre cómo acceder a los servicios disponibles a través de las líneas de ayuda.
Foto: Refugiada voluntaria capacitada proporciona asesoría sobre violencia de género en el campamento de refugiados de Kakuma.
Serbia
ACNUR ha capacitado a un grupo de jóvenes refugiados y solicitantes de asilo que llegaron al país como niños no acompañados para que enseñen a otras personas en su misma situación a protegerse de la COVID-19 y para que sepan cómo reconocer los abusos y buscar ayuda.
Foto: Un integrante del cuerpo docente que educa a la juventud sobre los riesgos de la explotación y la violencia.
Líbano
Si bien se siguió dando apoyo y se garantizó el acceso a servicios en casos urgentes y de alto riesgo de violencia de género, ACNUR también proporcionó ayuda de emergencia en efectivo, gestionó casos individuales de violencia de género a distancia, y brindó asesoría psicosocial telefónica a mujeres y niñas durante la pandemia.
Foto: En medio de la desesperación, personas sirias refugiadas reciben tarjetas para obtener efectivo en cajeros automáticos.
Jordania
ACNUR y sus socios en Jordania han reforzado el acceso a la asistencia a distancia durante la crisis de la COVID-19. Un proyecto que facilita la recepción de mensajes de texto, audio y llamadas permitió que las mujeres fuera del campamento buscaran ayuda para recibir servicios para casos de violencia de género a través de las farmacias.
Foto: Personas refugiadas que se ofrecieron como voluntarias comunitarias juegan un papel importante en prestar ayuda a quienes se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad.
Pakistán
En Pakistán, ACNUR ha colaborado con mujeres voluntarias, movilizadoras comunitarias y grupos de apoyo a mujeres para mejorar la comunicación y divulgación de las medidas preventivas de la COVID-19, lo que incluye abordar el estigma social y brindar apoyo psicosocial.
Foto: Refugiada afgana lee un cuento a la niñez refugiada que no asiste a la escuela.
Bangladesh
En los lugares donde las mujeres desplazadas carecen de teléfonos móviles para llamar a las líneas de atención telefónica, como en el distrito de Cox's Bazar en Bangladesh, los voluntarios refugiados van de puerta en puerta en los campamentos de refugiados rohingyas compartiendo información sobre los servicios disponibles para supervivientes de violencia de género.
Foto: Una refugiada rohingya voluntaria comparte información con mujeres en el campamento de Kutupalong sobre los servicios disponibles para supervivientes de violencia de género.
Todos tenemos un rol
Más de un año después de que estalló la crisis de COVID-19, apenas empezamos a comprender el alcance total de su impacto, especialmente en las personas más vulnerables de nuestras sociedades. En el caso de las mujeres y la niñez desplazadas, esas repercusiones serán prolongadas. Tenemos que actuar ahora para mitigarlos.
A pesar de los muchos retos a los que se enfrentan, las personas refugiadas, solicitantes de asilo y desplazadas internas han colaborado en la respuesta a la pandemia. Si trabajamos en conjunto, podemos ayudar a garantizar que quienes han tenido que huir no solo sean menos vulnerables al propio virus, sino también a otros efectos nocivos de este.
Este reportaje forma parte de los esfuerzos de ACNUR por compartir información y crear conciencia sobre el impacto de la COVID-19 en las poblaciones desplazadas por la fuerza. Puedes ponerte al día con las historias e informes anteriores aquí.
Consultar nuestro primer reportaje, “La COVID-19 y las personas refugiadas”, para saber más sobre el impacto del coronavirus en cuestiones relacionadas con las personas refugiadas, como el asilo y el reasentamiento.
Consultar nuestro segundo reportaje, “Escasez de espacio y recursos: Afrontar la COVID-19”, para comprender cómo el acceso a la atención médica, el alojamiento, el agua y el saneamiento han afectado la capacidad de las poblaciones desplazadas para hacer frente a la COVID-19.
Consultar nuestro tercer reportaje, “COVID-19: Las personas desplazadas y sus medios de vida”, para conocer el impacto de la COVID-19 en los medios de vida de las personas desplazadas, así como el acceso a la educación, alimentación y protección social.