Las vidas enmarañadas de La Rinconada, Magdalena

Comprender la ciénaga desde una mirada relacional

En este territorio se encuentran enmarañadas múltiples relaciones entre humanos y no-humanos. Dichas relaciones se han transformado con el paso del tiempo y con los cambios en el comportamiento de la ciénaga, planteando retos en torno al cuidado ambiental y las posibilidades de gestión comunitaria.

Vídeo introductorio sobre el proyecto. El video completo está disponible en:  https://youtu.be/bkXHmXF0vMM 

Para comprender los ritmos del contexto local y las relaciones entre humanos y no-humanos, se ha articulado un diálogo de saberes entre pobladores locales y un equipo académico conformado por científicos sociales, abogados, ingenieros y biólogos.

Investigadores del Grupo Mutis y algunos habitantes de la ciénaga La Rinconada.

Esta mirada interdisciplinar permite comprender cómo vive la gente a diario y cómo las decisiones que se toman para pescar, cultivar y comer están relacionadas con los movimientos del agua, las tierras, los peces, los árboles, los vientos, entre otros. Además, permite impulsar y fortalecer apuestas de gobernanza ambiental, que respondan a las necesidades de los actores involucrados y a sus relaciones cambiantes. 

VIDAS ENMARAÑADAS

Las vidas que habitan la ciénaga de La Rinconada están enmarañadas: la vegetación, los animales, las personas, las aguas del río, las tierras y el clima están íntimamente relacionados. Estas relaciones se transforman con la llegada y salida del agua, determinando tiempos para las prácticas de pesca, la agricultura, la caza y la ganadería.

Los ciclos estacionales son conocidos como verano, inviernillo, veranillo e invierno. Los habitantes de la ciénaga los conocen y organizan sus vidas con base en ellos, para asegurar la comida de las generaciones presentes y futuras. 

Cada temporada implica relaciones específicas entre humanos y no humanos, que organizan la vida en La Rinconada. Con el agua se mueve la tierra, los playones y bosques emergen en verano y se sumergen en invierno, haciendo que las prácticas varíen. 

Estos movimientos marcan los tiempos y lugares para la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca. Sin embargo, los ciclos climáticos ya no son tan estables como antes, los tiempos han cambiado y con ellos las decisiones, las relaciones y los enmarañamientos en la ciénaga de La Rinconada.

Los cambios en el comportamiento de la ciénaga de La Rinconada en las últimas décadas están relacionados con fenómenos climáticos e intervenciones humanas que han modificado factores como la conexión entre el caño y el río, la biodiversidad, la disponibilidad de alimentos y la cotidianidad de los pobladores.

Edgar habla de su madre: la ciénaga de La Rinconada.

Estas transformaciones han tenido repercusiones directas sobre la vida de los pobladores y han traído consigo la remembranza de un pasado mejor, en el que los ciclos eran precisos y en donde abundaba la comida.

LOS TIEMPOS PERFECTOS

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Los tiempos perfectos se refieren a las épocas anteriores a los años 2000, cuando las lluvias cumplían su calendario con exactitud. En ese entonces los pobladores sabían exactamente cuándo llegaban las lluvias, tenían días específicos para preparar las tierras y alistarlas para sembrar y conocían cuál era el mejor momento para pescar.

Los pobladores recuerdan algunos hitos que marcaron el declive de la vida en la ciénaga.

Grandes sequías e inundaciones (1970-2013)

En las últimas décadas han tenido lugar grandes sequías e inundaciones que han afectado la vida y los ciclos en la ciénaga de La Rinconada.

La carretera que selló el caño Lobato (1970)

El caño Lobato era un caño seco. En época de verano no tenía agua; se llenaba o inundaba únicamente en invierno, entonces llevaba con fuerza las aguas del río hacia la ciénaga y los pobladores lo utilizaban para ir a Guamal a vender pescado y comprar comida.

La llegada del chinchorro (1980)

Los relatos sobre la llegada del chinchorro son variados. Según los pobladores de Santa Teresa, llegó a través de la gente de Urquijo. Según pobladores de Venero, La Pacha y María Antonia, la llegada del chinchorro a la Rinconada fue por una persona que llegó de Venezuela y lo trajo de allí. Después de él un habitante de Venero lo aprendió a tejer, y desde ahí se comenzó a usar.

Los recuerdos sobre "los tiempos perfectos" están íntimamente ligados con una abundancia que se ha ido, con recuerdos sobre las tardes frescas en los manglares, la pesca, las charlas en canoa y la destreza para "caminar" con los peces.

LAS AÑORANZAS DE LA PESCA Y EL RECUERDO DEL MANGLAR

Una de las historias que narra los cambios en la Ciénaga de La Rinconada es la de la pérdida de los zapales, los bosques secos y los bosques inundables. A través de ellos se da cuenta de los cambios en el entorno y sus repercusiones en todas las relaciones en la ciénaga.

El sonido del bocachico.

Los pescadores recuerdan cómo pescar solía ser mucho más ameno, pues los árboles de los bosques hacían que los peces fueran más abundantes y los proveían de sombra y frescura durante las faenas. Pescar en los manglares era un reto emocionante porque abundaban peces ‘mamonúos’, peces grandes y gordos, cuya pesca despertaba alegría y orgullo. 

Vegetación de la ciénaga.

Los zapales están ubicados en los márgenes de la ciénaga; albergan árboles frutales y se sumergen casi en su totalidad durante el invierno. Por estos bosques caminan los peces y otros animales, como los ponches o chigüiros. Junto a los zapales están las playas de arena, donde las hicoteas y morrocoyes desovan en verano. Y detrás están los bosques inundables, que reciben menos agua en invierno y se caracterizan por tener árboles más altos, como el campano y el iguamarillo.

Nellys reposa bajo el mangle.

El mangle es la casa de los peces.

Una de las especies más afectadas con la pérdida de los bosques fue el mangle, que comenzó a disminuir con los vientos de creciente del 2002:

“Se marchitaban las hojas y poco a poco se iban secando hasta lograr irse al suelo, y así murió bastante. Los que eran más gruesos y estaban aptos para sacar madera se usaron para eso y otros sí se perdieron, porque eran demasiados”.

Luego, en el 2010, las aguas de la creciente permanecieron durante un año, inundando y pudriendo los palos de mangle, campano y el iguamarillo. Entonces, las orillas de la ciénaga dejaron de ser lugares frescos. Los árboles, los animales y el sonido de las aves se empezaron a perder, así como las tardes en los manglares en las que jugaban con los monos y los bejucos.

A la pesca en el manglar se le llamaba “pesca en el oscuro”, por la sombra que proporcionaban los árboles. Al perderlos, los peces pasaron de estar en las orillas de la Ciénaga a buscar refugio en el tapón o en la agalla, transformando los lugares y las prácticas de pesca.

Ante la pérdida de biodiversidad, los pobladores de La Rinconada han impulsado diversas iniciativas de gestión ambiental local para recuperar los bosques, orillas y costas y así "volver a lo que era antes": la abundancia de peces, las tardes de pesca y la vida de la ciénaga.

INICIATIVAS DE GESTIÓN LOCAL

Los cambios en la siembra, la pesca, los bosques y los tiempos han supuesto una serie de desafíos para los pobladores de La Rinconada. Ante ello, los procesos de gestión comunitaria, adelantados a través de figuras como comités y csociaciones, les ha permitido buscar alternativas que hagan frente a la degradación ambiental y adelantar procesos de cuidado, recuperación y conservación del lugar.

Las tierras comunitarias

Hacia 1960 los vecinos de los cuatro pueblos comenzaron a ver con preocupación que las tierras del Higo estaban siendo utilizadas por ciertos pobladores para sembrar cultivos perennes, como el mafufo y la naranja, que les permitían apropiarse de terrenos. Para muchos, el Higo era una tierra vecinal y así debía permanecer, por eso se reunieron para reclamar aquellos terrenos como colectivos. 

Aquí va el mano e' vuelta.

Las tierras comunitarias del Higo.

A pesar de los anuncios muchos habitantes del Higo hicieron caso omiso y continuaron viviendo allí. Algunos recuerdan cómo dos vecinos de La Pacha comenzaron a liderar la defensa comunitaria de aquellas tierras: María Rosario y Pío Ortiz. Ambos salían en la mañanita de La Pacha por el sendero que conduce a las tierras del vecino.

Mientras caminaban, María Rosario llevaba consigo una cajita de madera tocando con el manduco, “bum, bum, bum”, y los vecinos de los cuatro pueblos sabían que era hora de ir al monte. Empezaba a salir la gente de las casas con las rulas y las hachas al hombro y el grupo se iba haciendo más grande hasta llegar y empezar a mochar los palos. Una vez llegaban, todos alistaban las herramientas y empezaban a cortar al unísono: al ritmo del jadeo que llevaba consigo el vaivén de la rula y el hacha, el monte traqueaba.

De izquierda a derecha: Lilo, Fausto, Nellys, Olver, Edelvis, Yahiris, Donaldo, Merilda, Trina, Eleiton, Óscar y Mañe.

Así se consolidó y defendió lo que actualmente se denomina las “tierras del vecino”, una propiedad colectiva que, según muchos pobladores, está titulada a nombre de cuatro vecinos (uno de cada pueblo María Antonia, Venero, La Sabana y La Pacha) que ya fallecieron, pero que representaban la posesión de cada pueblo sobre ese recurso. Los pobladores afirman que las escrituras rezan que el aprovechamiento de esas tierras debe ser comunal y está estipulado que deben estar abiertas para cualquier poblador que desee hacer su roza de pancoger: maíz, yuca, ajonjolí, fríjol, etc. 

El Comité para el cuidado y recuperación del playón

El Comité para el cuidado y recuperación del playón de Playas Blancas fue conformado en 1986. Con él surgió la posibilidad de cuidar las tierras estacionales y que estas pasaran de ser espacios privados, en donde los primeros pobladores sembraban, a ser lugares al servicio de la comunidad. Para ello, el comité, en conversación con los pobladores, ha emprendido una serie de acciones y ha regulado el uso de estas tierras.

Viveros y reforestación: iniciativas pedagógicas

Las actividades con el colegio propiciaron que los jóvenes y las familias se apropiaran del cuidado y recuperación de la ciénaga.

Las iniciativas del comité se han articulado con iniciativas educativas, que han permitido incluir a los jóvenes y sus familias en los procesos de cuidado del playón. Desde hace varios años, se organizan días de campo en los que las familias comparten y realizan labores de siembra y limpieza de las tierras.

En 2019 la Institución educativa de Ricaurte inició el proyecto "Ricaurte Verde", en el que jóvenes entre 16 y 24 años debían sembrar y cuidar unas plántulas. Luego, de forma autónoma, los jóvenes continuaron con el vivero y los trabajos de siembra en las orillas.

El zorro, el conejo, el armadillo y el árbol, Alexa María Márquez, Ana Laura Ríos, Nolvis Vides y Carlos David Meza.

En el corregimiento de Playas Blancas también han tenido lugar procesos de siembra y reforestación en compañía del colegio y la Junta de Acción Comunal. Desde el 2002 siembran árboles en las costas y orillas. Iniciaron sembrando campano e iguamarillo que, al ser árboles nativos, "pegan" más fácil, pero el objetivo es también reforestar el mangle.

Quienes lideran este proceso son los miembros del Comité del Playón, que desde 1986 han buscado controlar la tala indiscriminada y la presencia de ganado en las tierras sumergibles.

Las organizaciones de Playas Blancas, Bellavista, Pedregosa, Venero y María Antonia, en conjunto con el Grupo Mutis, construyeron tres viveros para reproducción de árboles nativos. Estos viveros pueden producir entre 10.000 y 20.000 plántulas por año. La importancia de las especies de árboles nativos está relacionada con la alimentación de los peces, el mantenimiento del agua de la ciénaga, la sombra y la frescura.

El trabajo continuo en la ciénaga, sus tierras, playones y bosques, así como las decisiones y los acuerdos establecidos entre la comunidad han sido formas de gestión local construidas desde el movimiento, las relaciones, las posibilidades y las necesidades del lugar y de sus pobladores.

Vivero ampliado en Playas Blancas.

Campanos e iguamarillos reproducidos en vivero.

Investigadores del Grupo Mutis y algunos habitantes de la ciénaga La Rinconada.

Cada temporada implica relaciones específicas entre humanos y no humanos, que organizan la vida en La Rinconada. Con el agua se mueve la tierra, los playones y bosques emergen en verano y se sumergen en invierno, haciendo que las prácticas varíen. 

Vegetación de la ciénaga.

Nellys reposa bajo el mangle.

Aquí va el mano e' vuelta.

De izquierda a derecha: Lilo, Fausto, Nellys, Olver, Edelvis, Yahiris, Donaldo, Merilda, Trina, Eleiton, Óscar y Mañe.

Vivero ampliado en Playas Blancas.

Campanos e iguamarillos reproducidos en vivero.