Aventuras en Arabia
Un recorrido etnográfico por el desierto de Siria de la mano de W. B. Seabrook.

Introducción
En 1924, el periodista norteamericano William Seabrook emprendió un fascinante viaje por el desierto de Siria. Tras haber escuchado las historias magníficas sobre extrañas etnias que poblaban esa región, decidió ir allí e investigar por sí mismo.

William Seabrook
Antes de partir, Seabrook aprendió árabe en EE. UU., e intentó también conocer los detalles más mundanos de su cultura. Una vez en Siria, el método de Seabrook fue muy simple: con la ayuda del lenguaje que había aprendido, se sumergía en cada etnia como uno más. Adoptaba sus costumbres y convivía con ellos. Ganarse la confianza de la gente con este método le posibilitó acceso a mucha información relativa a las preguntas que llevaba en su cabeza: ¿Qué había de cierto sobre que los yazidíes eran, en efecto, adoradores del diablo? ¿Cuáles eran las leyes del desierto beduinas? ¿Qué había de místico y verdadero en las ejercicios de las órdenes derviches? ¿Cuáles eran las prácticas ocultas del drusismo?
Así pues, Seabrook nos habla en su libro sobre los beduinos, drusos, derviches y yazidíes. Tuvo el raro honor de que estas comunidades le abrieran las puertas, y la maestría de plasmar lo que aprendió en su fascinante libro: Aventuras en Arabia .
El siguiente mapa interactivo muestra algunos de los principales acontecimientos vividos por Seabrook y relatados en el libro.
Mapa interactivo: Aventuras en Arabia
Folclore
Seabrook fue receptáculo de las diversas historias y leyendas que atesoraban los habitantes del desierto. Además de la descripción geográfica y etnográfica de su relato, dedicó varios capítulos enteros en su libro a capturar algunas de las historias que más le impactaron.
En este resumen, destacamos el Becerro de oro, la Odisea de Gutne y el Salto de Daidan Helmy.
El Becerro de oro
Aunque los funcionarios franceses de Damasco habían intentado disuadirnos de visitar el Monte Druso, fue un misionero quien nos hizo unas advertencias realmente emocionantes. Escuchamos con caras escandalizadas, mientras bebíamos su té, deseando con nuestros corazones inocentes que la mitad de lo que nos decía pudiera ser verdad.
«Celebran ritos secretos y abominables de adoración de un becerro de oro», dijo. «Creen en la magia negra. Practican terribles crueldades con las mujeres. Entierran cadáveres en las paredes de sus casas».
Aquella historia me interesaba especialmente porque, de algún modo, no parecía producto de la imaginación desatada. De hecho, estaba resultando haber más de un grado de verdad, aunque exagerada en algunos casos, distorsionada en otros, en todo lo que nos había contado.
La odisea de Gutne
Cubierta de Aventuras en Arabia, inspirada en los ojos de Gutne
No hay flores en el desierto de Arabia, ni en la montaña de los drusos. Cuando Ibn el Ghanj, jeque Sirdieh, cabalgó en busca de forraje por el valle del Éufrates un otoño seco y encontró campos de algodón en flor, su belleza conmovió su alma feroz. Dos años más tarde, cuando nació una niña de su esposa más joven, dijo: «La llamaremos Bint Gutne» (flor de algodón).
Esto ocurrió hace sólo una generación, de modo que entre los miembros de las tribus de los Beni Sakhar, de quienes aprendí poco a poco, a intervalos de meses, la historia completa de la Odisea de Gutne, hay muchos que la habían conocido y hablado con ella y muchos cuyos padres y hermanos murieron «por los ojos de Gutne», cuando su belleza de niña estalló en la llama que empapó de sangre el desierto desde Palmira hacia el este hasta los Jardines de Bagdad.
Me enteré de que nadie la había fotografiado nunca. Los beduinos utilizan el lenguaje de la poesía para describirla, de modo que la imagen no surge con claridad. Las mismas frases de siempre: el pelo como el cielo negro y azul del invierno, cuando la luna se ha hundido bajo la arena; los ojos como charcos en el oasis; los pechos como manzanas maduras; la cintura como una palmera joven; los pies como la gacela. Frases tan familiares que no transmiten ninguna imagen. Sólo por los rostros de los hombres que trataban de contármelo, ancianos cuyos ojos se rejuvenecían milagrosamente por el brillo de los recuerdos, pude casi verla.
El salto de Daidan Helmy
Una noche de luna me quedé solo bajo los almendros, en la terraza del palacio de los derviches giradores, en las colinas detrás de Trípoli, y me incliné sobre un parapeto para mirar el pequeño río entre las rocas de abajo.
Enseguida oí el suave y lento caminar de unos pies resbaladizos sobre las losas. Era mi amigo y anfitrión, el venerable jeque al-Mevleví. Me cogió la mano, pero no habló. Ambos estábamos atrapados en el hechizo de la noche oriental. La melodía apenas audible de una flauta de caña flotaba desde una ventana en penumbra, más allá de la cúpula blanca del tekke.
Permanecimos largo rato en silencio junto al parapeto, y entonces el jeque dijo lentamente, como quien comulga con sus propios recuerdos: «Fue desde aquí desde donde saltó Daidan Helmy, en la hora más oscura de su vida y de la mía».
Me pregunté qué tragedia se escondía tras sus palabras, y estaba ansioso por oír más, pero sólo si era su deseo hablar. Así que no respondí hasta que añadió:
―¿Has oído hablar, tal vez, de Daidan Helmy?
―No ―respondí―. ¿Era tu amigo, alguien a quien querías?
―Apenas eso, pero seguramente no un enemigo, aunque trajo tristeza y muerte a mi casa. Supuse que su nombre ya te sería conocido porque Daidan Helmy era (y sigue siendo) el más grande de todos los músicos derviches Mevleví y, por lo tanto, el más destacado de todo el islam. Cuando cantaba era como la voz del arcángel Israfil. Pero sentémonos junto a la fuente y te contaré su historia. A medida que se desarrolle, verás que el mal involuntario que causó aquí no fue más que un oscuro hilo tejido en un tapiz de muchos colores que al final formó un diseño de armoniosa belleza.
A menudo me han preguntado por qué y para qué fui a Arabia. Me temo que no fui con ningún propósito útil, moral, erudito, político, humanitario o razonable. Fui por el placer de hacerlo y porque creía que merecería la pena.