La ruta de los Antimonumentos en CDMX

Memorias en disputa

Ciudad de México es enorme, con más de veinte millones de habitantes es una de las diez capitales más pobladas del mundo. Durante las últimas cinco décadas las representaciones oficiales y no oficiales de los acontecimientos del país y de la región han comenzado a ocupar sus plazas y avenidas al ritmo del aumento demográfico. Hay muchos monumentos en honor a los personajes de la cultura nacional, como los próceres de la revolución y algunas mujeres, entre ellos se destaca una docena de los denominados «Antimonumentos», ubicados en la ruta que describo acá.

Este informe reúne una serie de pensamientos, emociones e interpretaciones del recorrido y la observación in situ de estas intervenciones de la «antimemoria» mexicana, presentes en el espacio público a raíz de las violaciones recurrentes a los derechos humanos. El denominador común es la reivindicación de la Verdad como un derecho inalienable, la indignación que las acciones colectivas manifiestan en contra de la impunidad, el olvido y el silencio oficial, así como el reclamo permanente de las víctimas y las colectividades que las respaldan.

Memorial de Tlatelolco

Comienzo la ruta en la plaza de las Tres Culturas. Desde allí camino hasta el Antimonumento de la plaza de Tlatelolco, hecho de piedra, en homenaje a los estudiantes asesinados el 2 de octubre de 1968. Los nombres de las víctimas, también tallados en piedra, están detrás de un templo católico muy grande, que a su vez está al lado de unas ruinas indígenas anteriores al templo.

1

Sitio de Memoria Tlatelolco

Una valla nos recuerda la necesidad de que la masacre de los estudiantes no sea olvidada. En ella se lee “La monumental plaza de las Tres Culturas es un espacio lleno de significados: pasando entre otros por el histórico, arquitectónico, estéticos o sociales. Su denominación como sitio de memoria, se refiere de manera específica a las atroces acciones represivas que el régimen autoritario perpetró el miércoles 2 de octubre de 1968. El movimiento estudiantil surgió tras acciones represivas de agrupaciones policiacas y militares a diversas escuelas de la Universidad autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y, al ganar la calle, conjunta de forma vertiginosa en sus movilizaciones a obreros, amas de casa y vecinos, abriendo paso a un vital y amplio movimiento social.

Aquella tarde del 2 de octubre, la convocatoria del Consejo Nacional de huelga aglutinó una numerosa concentración de estudiantes y civiles -ajenos todos- a una criminal operación policiaca y militar, fraguada desde los más altos mandos políticos del gobierno. La acción represiva, que posteriormente se identificó como: “Operación Galeana” tenía entre otros objetivos la desarticulación de liderazgos del movimiento para sofocar la creciente movilización social cada vez más amplia y crítica. Agrupaciones policiacas, militares y paramilitares se hicieron presentes en puntos estratégicos de la plaza. Alrededor de las 6 de la tarde, se lanzan desde un helicóptero militar dos bengalas color verde. Que son señal para que las tropas armadas iniciaran la cobarde represión. Una multitud inerme, acaso incrédula de la irracional acción es masacrada. En tan sólo unos minutos la plaza se vació de manifestantes, y se abrió paso un desolador paisaje lleno de decenas de muertos, heridos y militares patrullando. El hecho represivo asesina al movimiento estudiantil del 68, al tiempo de transformarlo en un evento inolvidable y fundamental para el sostenimiento de una voluntad colectiva y juvenil de un pensamiento crítico y democrático de nuestro país. Sostener su memoria evitar el olvido es una tarea y responsabilidad de todos quienes habitamos este país y esta declaratoria como Sitio de Memoria, busca acompañar este proceso colectivo hoy tan vital como siempre” Al pie del monolito un hombre mayor canta con una guitarra. Me pregunta de dónde vengo y me cuenta que él era joven y estudiaba arquitectura cuando pasó todo aquello. Añade que unos agentes de la CIA fueron los responsables de esa tragedia, y lo sustenta con la fotocopia de un periódico publicado días antes de la masacre. Me invita a leer los nombres de las víctimas, con sus correspondientes edades. Algunos son católicos, por ejemplo, Reynaldo Monsalvo Soto, 68 años, y Agustina Matus de Campus, 60 años. También me explica que en esta plaza fueron asesinados no solo estos estudiantes, sino un centenar más de ascendencia indígena, que él relaciona con los 43 desaparecidos hace casi diez años, el 26 de septiembre de 2014, en Ayotzinapa. Dice que los estudiantes de Ayotzinapa vinieron para reivindicar a sus ancestros asesinados en el 68. Advierto la relación entre ambos hechos. Me intranquiliza esa conexión entre las víctimas de hace medio siglo con las víctimas recientes. En efecto, reviso documentos y encuentro que uno de los muertos de los 43 estudiantes de Ayotzinapa fue el nieto de una de las víctimas de la masacre de Tlatelolco. Hoy es un día festivo y el silencio en esta plaza es sobrecogedor. La poca gente que circula me mira con curiosidad porque tomo fotos del Antimonumento y rompo el silencio con mis zapatos.

2

Antimonumento 68

Ahora voy al Zócalo para identificar el segundo Antimonumento, que también conmemora los cientos de víctimas que dejó esa masacre. En esta plaza, además de muchos turistas y vendedores ambulantes, hay imágenes de algunas personas desaparecidas al frente de las instituciones gubernamentales y eclesiales hegemónicas. En una esquina, al lado de la escultura de Cuauhtémoc —el último emperador maya cuando llegaron los conquistadores de España—, está ubicado el Antimonumento 1968. Un habitante de calle se recuesta en él. Me mira como quien observa a alguien que está mal de la cabeza, mantiene su posición hasta que la policía que circula por ahí se aleja, luego se va. Los vendedores me ofrecen souvenirs, mientras tanto el Antimonumento queda libre y tomo la foto. Levanto la mirada hacia una pared cercana donde leo una frase de Orwell que habla sobre la Verdad: «En tiempo de mentiras, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario»

3

Antimonumento +49

Voy a otra esquina de la misma plaza y busco el tercer Antimonumento, denominado 49 ABC. A pocos kilómetros de allí hay una réplica sobre la avenida de la Reforma, con el mismo número y las iniciales del abecedario en gran formato, en frente de las instituciones responsables. El 5 de junio de 2009 en Hermosillo, una ciudad del estado de Sonora, fallecieron más de 170 niños y niñas en un incendio que ocurrió en la guardería ABC. Las cruces con los nombres representan la súplica por el cuidado de la infancia, que sigue desprotegida en toda América, incluyendo Canadá y Estados Unidos. Entre el Antimonumento y su réplica transitan a diario ¿miles? de personas que ignoran, o parece que ignoran, estos lugares, su memoria, y los eventos que los originaron.

4

Antimonumenta

Más allá de la plaza del Zócalo, justo al frente del Palacio de Bellas Artes, está La Antimonumenta, en conmemoración de los feminicidios que suceden a diario en este país desde hace décadas, y actualmente nada indica que la situación esté cambiando. Esta obra es un grito por las voces de las mujeres asesinadas, las que ya no pueden hablar, las que han denunciado miles de veces la violencia ejercida contra sus cuerpos y sus vidas y no han obtenido respuestas por parte de las instituciones. La Antimonumenta representa una herida profunda, es un punto de encuentro desde donde las colectivas feministas reclaman independencia económica y espacios para la autogestión, con pancartas que denuncian la violencia estructural e histórica en contra de las mujeres.

5

Antimonumento Volvimos

En el cruce de la calle Río Danubio con la avenida Paseo de la Reforma encontré una V roja y grande que dice «Volvimos, fue un crimen de Estado, en memoria de los hechos ocurridos el 10 de junio de 1971. Volvimos a salir, la memoria florece. Ni perdón ni olvido». Ese día unos grupos paramilitares reprimieron otra marcha de estudiantes y, según los informes, asesinaron aproximadamente a 37. En su momento se consideró como un crimen de estado, pero no tuvo consecuencias jurídicas, ni se identificaron a los autores materiales o intelectuales. El símbolo de la V resiste al olvido y me remite a la masacre del 68 en Tlatelolco, a la violencia desmedida con que han sido acalladas las movilizaciones estudiantiles en Latinoamérica, al hecho de que en esta parte del continente los estudiantes que luchan han sido considerados una y otra vez como objetivos militares que hay que exterminar.

6

Antimonumento +43

Más adelante, sobre la misma avenida de la Reforma, está ubicado el +43, que es el primer Antimonumento que existió en la Ciudad de México, dedicado a otros estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Actualmente al +43 se suma una docena de otros Antimonumentos que reclaman por estas injusticias. En el andén del medio, frente a la parada de los autobuses, están los afiches con los rostros en blanco y negro de los estudiantes de quienes no supo nada más. La pregunta por las personas desaparecidas en México está abierta. Hasta la fecha de este informe, y según los registros oficiales, la cifra aumenta a más de 120 mil. Es una grieta en la memoria colectiva de este país y del mundo. Me detengo a mirar si los transeúntes interactúan con el Antimonumento, si por lo menos lo observan. La mayoría, aparentemente, reconoce las señales de tránsito y nada más. Muy pocos giran, casi nadie se detiene, la gente en general va con prisa y tal vez por eso ignora que las desapariciones forzadas son crímenes contra la humanidad. El policía que custodia la estación del Metrobús me analiza mientras cruzo la calle y recito allí mismo un texto que escribí desde el exilio en Alemania y dediqué a los estudiantes normalistas, es un poema que dice que no callaremos nuestra voz hasta encontrarles.

7

Antimonumento Miguel Ángel y David

El secuestro es una práctica extendida en la que los perpetradores exigen dinero a cambio de la libertad de los rehenes. El Antimonumento de David y Miguel Ángel recuerda el caso de estos jóvenes que fueron raptados y, aun después de que les pagaron la suma que exigieron, los secuestradores no revelaron su paradero y el caso sigue irresuelto. Los familiares decidieron hacer un homenaje y exponerlo en el Paseo de la Reforma. Solicitaron a las autoridades locales y nacionales los respectivos permisos y se los negaron. A pesar de eso levantaron el Antimonumento, que hoy sirve como punto de encuentro y resonancia para las historias de las personas secuestradas en México.

8

Glorieta de las Mujeres que luchan

La ruta me lleva a la Glorieta de las Mujeres que Luchan, es un momento muy especial para mí en medio de este recorrido. Siempre he admirado a las mujeres que buscan a las personas desaparecidas. He sido testigo de cómo las mujeres transforman sus proyectos de vida para dedicarse a la búsqueda no solo de sus seres queridos, sino de miles más. Alzo la mirada hacia el puño en alto y el sol al fondo mientras me acerco y busco el acceso a la Glorieta. El Antimonumento está rodeado por una valla que tiene decenas de nombres inscritos.

9

Antimonumento +65

A pocas calles de ahí está el +65, otro Antimonumento que se alza en contra de las condiciones laborales en las minas de México. Evoca a las personas que han quedado atrapadas en los derrumbes, sin auxilio para ser salvadas, ni para recuperar sus cuerpos. La angustia de sus familias queda en una rejilla con los cascos ennegrecidos por la tierra, que sepulta a quienes extraen los minerales comercializados por una minoría para enriquecerse, y ni siquiera otorga recursos para su rescate. Es una metáfora de la crudeza de la explotación y la irresponsabilidad de los dirigentes frente a estas tragedias. El 19 de febrero de 2006 fallecieron 65 personas en la mina Pasta de Conchos, propiedad del grupo México. Solo rescataron dos cuerpos.

10

Antimonumento +72

El sol cae al final de esta tarde de febrero y termino el recorrido en el monumento +72. En estos momentos en que los asuntos migratorios son más urgentes debido a la administración actual de Donald Trump, este Antimonumento nos invita a reflexionar sobre el derecho a migrar. El 22 de agosto de 2010 tuvo lugar la masacre de San Fernando, en el estado de Tamaulipas. Asesinaron a 66 personas (52 hombres y 14 mujeres) y dejaron sus cuerpos a la intemperie. «La escultura lleva un signo de + porque son miles, tal vez cientos de miles las y los desaparecidos y asesinados a su paso por México».

El sentido de estas obras es resignificar el mensaje: es urgente proteger la vida en sus múltiples dimensiones, las familias de las personas desaparecidas gritan de cara a la sociedad mexicana y a la humanidad. El libro Antimonumentos, editado en 2020 por el Heinrich-Böll-Stiftung, recoge las voces de las personas que han participado en la creación y la instalación de estos artefactos en la Ciudad de México. En esta publicación definen los Antimonumentos así: «El concepto de antimonumento como estrategia de denuncia social y política existía solo en el circuito del arte. Pero una vez que llegó al campo de la lucha social y se instaló como arma de lucha y de memoria, empezó a tomar cada vez más sentido. Comenzó a llenarse de nombres, recuerdos, y anhelos. Dolores diferentes, pero siempre enlazados. Se les llamó antimonumento desde las organizaciones, y en la calle, por primera vez, el 26 de abril de 2015 cuando se instaló el +43 para recordar que nos faltan 43 estudiantes y miles de personas desaparecidas. La idea voló para germinar por muchos lugares: palabra e idea comenzaron a replicarse no solo en México sino también en otros países». Después de hacer la ruta por CDMX, y de apreciar tantas expresiones en torno al dolor, es innegable la necesidad de que estos hechos no se repitan. Me parece indiscutible que la posibilidad de transformar las condiciones que propician las violaciones a los derechos humanos pase por la capacidad de ser sensibles ante el sufrimiento de otros seres. Poder nombrar en el espacio público a quienes han sido desaparecidos y asesinados es una prioridad. En la medida en que no haya justicia, la causa se convierte en un asunto aún más urgente. Los Antimonumentos son actos colectivos significativos y hermosos, que involucran a varios sectores de la sociedad, ya sea porque están relacionados con las víctimas y sus familiares, o adelantan iniciativas en organizaciones y colectivos vinculados al movimiento social, o son artistas que con su plasticidad deciden apoyar estas acciones. Las prácticas que rescatan y reivindican la memoria de las personas desaparecidas restablecen el lugar que les fue arrebatado violentamente, además, son un consuelo para las buscadoras y los buscadores que siguen esperando la verdad y la justicia. Después de hacer este recorrido por CDMX, deseo que también existan los Antimonumentos en Colombia.

Erik Arellana Bautista con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll México

Contenidos

imágenes y Texto Erik Arellana Bautista

Memorial de Tlatelolco