Olvidados
Lejos de los titulares de primera plana, millones de personas desplazadas por la fuerza están al borde del abismo
Entre el incremento de los precios, el conflicto en curso y la reducción de los niveles de asistencia vital, las personas refugiadas y otras personas desplazadas están luchando como nunca.
La invasión rusa de Ucrania ha tenido efectos devastadores en todo el mundo. Además de desencadenar una de las mayores y más rápidas crisis de desplazamiento forzado desde la Segunda Guerra Mundial, la guerra ha interrumpido las cadenas de suministro y ha inflado los precios de los alimentos y el combustible hasta niveles que resultan inalcanzables para los hogares con menores ingresos de todo el mundo.
Para las personas refugiadas y desplazadas internas que dependen de la asistencia humanitaria, las consecuencias de la guerra han tenido un alcance especialmente grande. Están creando otra capa de dificultades en lugares del mundo lejos de los titulares de primera plana, donde las personas desplazadas por la fuerza ya se enfrentaban a conflictos no resueltos, a los efectos de la pandemia de COVID-19 y a condiciones climáticas extremas.
Más allá de la gran cantidad de apoyo a las personas que huyen de Ucrania, la financiación para apoyar a las personas desplazadas vulnerables no ha seguido el ritmo de las crecientes necesidades. Los impactos de esta brecha ya se están sintiendo, pero sin nuevos recursos significativos, se profundizarán en la última parte de este año y en 2023.
En 12 países en los que trabaja ACNUR, la situación es particularmente grave. Las personas desplazadas por la fuerza tienen que tomar decisiones desgarradoras, como comprar medicamentos para sus familiares adultos mayores o alimentos para sus hijos.

La triple carga del conflicto, COVID y cambio climático
Conflictos nuevos y prolongados
Aunque la atención de los medios de comunicación tiende a centrarse en uno o dos conflictos a la vez, en realidad hay conflictos de alta y media intensidad que afectan a 850 millones de personas en 23 países de todo el mundo. Esta cifra es más del doble que hace una década. Los esfuerzos por la paz no han logrado poner fin a la violencia de larga duración, incluso cuando han surgido nuevos conflictos.
Número de hechos violentos en 2022 - Fuente: ACLED
Los países afectados por conflictos prolongados tienen más probabilidades de sufrir el abandono político internacional, la escasa cobertura de los medios de comunicación y el cansancio que sufren los donantes, incluso cuando las necesidades humanitarias en esos países aumentan cada año que pasa.
Los impactos de COVID persisten
En muchas partes del mundo, las repercusiones económicas de la pandemia de COVID-19 se han sumado a los daños causados por los conflictos en curso para agravar las presiones sobre las personas desplazadas por la fuerza y las comunidades que las acogen.
Mientras que el conflicto y la violencia son los principales impulsores de la inseguridad alimentaria aguda, las medidas para contener la propagación del virus, como los confinamientos y las restricciones de movimiento, perturbaron los medios de vida e hicieron a las personas refugiadas y desplazadas internas más dependientes de la asistencia humanitaria.
El cambio climático multiplica las amenazas
En todo el mundo, los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones y las sequías, son cada vez más frecuentes e intensos, lo que provoca nuevos desplazamientos y agrava la pobreza y la inseguridad alimentaria de las personas que ya se habían visto forzadas a huir.
En áreas muy expuestas a los fenómenos meteorológicos extremos, en las que una catástrofe natural suele ir seguida de otra, las economías y los ingresos de los hogares ya no tienen capacidad de recuperación.
Sudán del Sur
Sudán del Sur, un país frágil que lucha por superar años de conflicto e inestabilidad, sufrió en 2021 las peores inundaciones registradas. Las precipitaciones sin precedentes de los últimos tres años han hecho que los ríos se desborden y sumerjan las tierras de cultivo en amplias zonas del país. Incluso entre las temporadas de lluvias, las aguas no se han retirado , lo que ha destruido los medios de vida y ha desplazado a cientos de miles de personas a zonas rodeadas de diques.
Miembros de un comité de diques en Fangak, Sudán del Sur, refuerzan un dique comunal dañado por las inundaciones.
En todo el país, 527.000 personas vivían desplazadas por causa de los desastres a finales de 2021, cuatro veces más que en diciembre de 2020.
Extensión de las inundaciones en Sudán del Sur | Octubre-noviembre de 2021 - Fuente: UNOSAT
La continuación del conflicto y de las inundaciones ha aumentado la necesidad de suministrar a las personas desplazadas elementos esenciales como material de alojamiento, mantas y utensilios de cocina, pero la falta de recursos significa que ACNUR pronto no podrá satisfacer esas necesidades. La construcción de diques y otras defensas contra las inundaciones también está amenazada.
Etiopía
Etiopía, al igual que otros países del Cuerno de África, está sufriendo la peor sequía de los últimos 40 años, tras cuatro años consecutivos de ausencia de lluvias en algunas zonas del país. Cientos de miles de personas han abandonado sus hogares en busca de agua, pastos y asistencia, y se espera que haya más desplazamientos en los próximos meses.
Algunas de las mismas zonas afectadas por la sequía también se han visto afectadas por el conflicto en el norte del país, que ha provocado enormes desplazamientos internos y ha enviado a las personas refugiadas al vecino Sudán.
Miles de familias se han visto desplazadas por la sequía en la región somalí de Etiopía al perder su ganado y no poder cultivar.
Los 4,4 millones de personas desplazadas internas del país (hasta agosto de 2022) y las 874.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo también se enfrentan a una importante reducción de la ayuda alimentaria debido a la escasez de fondos y al drástico aumento de los precios de los alimentos.
Niveles récord de hambre
En 2021, las disrupciones de las economías y los sistemas alimentarios causadas por los conflictos, la pandemia de COVID-19 y los desastres relacionados con el clima ya habían contribuido a alcanzar niveles récord de hambre en el mundo. Cerca de 193 millones de personas se encontraban en situación de inseguridad alimentaria aguda y necesitaban ayuda urgente en 53 países a finales del año pasado, lo que supone un aumento de casi 40 millones con respecto al anterior máximo alcanzado en 2020.
Las personas que se ven forzadas a huir se ven afectadas de forma desproporcionada por las crisis alimentarias. En 2021, el 82 por ciento de las personas desplazadas internas y el 67 por ciento de las personas refugiadas y solicitantes de asilo procedían de países con crisis alimentarias.
En febrero de 2022, el inicio de la guerra en Ucrania – uno de los mayores proveedores de cereales del mundo – hizo que los precios de alimentos básicos como el trigo y el aceite vegetal se dispararan en los mercados mundiales. El Programa Mundial de Alimentos ha pronosticado que, si la guerra sigue afectando a la producción de trigo y maíz en la temporada agrícola de 2022/23, otros 47 millones de personas se verán abocadas a la inseguridad alimentaria aguda, lo que supone un aumento del 17 por ciento respecto a los niveles actuales.
Incremento del costo de la ayuda
En mayo de 2022, la guerra de Ucrania, junto con otras crisis, había hecho que el número de personas forzadas a huir de sus hogares superara los 100 millones, un hito sin precedentes. Pero a medida que los desplazamientos y el hambre en el mundo han aumentado drásticamente la necesidad de asistencia humanitaria, el costo de la adquisición y entrega de esa asistencia también ha aumentado exponencialmente. El aumento de los precios del combustible – otra consecuencia de la guerra –, junto con la inflación y las interrupciones en la cadena de suministro, han encarecido el trabajo de las agencias humanitarias como ACNUR. En el primer semestre de 2022, ACNUR gastó un 45 por ciento más en combustible que en el mismo periodo de 2021.
Decisiones imposibles
La escasez de fondos ha forzado a ACNUR a realizar recortes en la ayuda que brinda a las personas refugiadas y desplazadas por la fuerza en varias operaciones en todo el mundo.
Sin una inyección de al menos 700 millones de dólares (USD) antes de fin de año, ACNUR teme que la próxima ronda de recortes en la asistencia sea catastrófica para las personas necesitadas. No hay buenas opciones. Tanto si se recortan los fondos para la educación de la niñez refugiada en Uganda, como la ayuda en efectivo para las personas desplazadas en Yemen, las personas desplazadas por la fuerza pagarán el precio.
Elementos básicos como alojamiento, alimentación y saneamiento se verán afectados, pero también los programas que ofrecen una vía para dejar de depender de la ayuda, como el apoyo a las oportunidades de empleo, la integración local y la educación.
No dejar a nadie atrás
La respuesta al éxodo de las personas refugiadas de Ucrania ha demostrado lo que es posible cuando el sentimiento público y la voluntad política se alinean.
Los gobiernos, el sector privado y las personas han donado generosamente a los llamamientos humanitarios para ayudar a las personas afectadas por la guerra, y los países de la Unión Europea han ampliado la protección temporal a las personas refugiadas de Ucrania.
Ahora es el momento de que esa solidaridad y compasión se extiendan a las personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo, garantizando que nadie se quede atrás.
Recursos relacionados:
- Informe de ACNUR sobre el déficit de financiación 2022
- El precio que podrían pagar las personas desplazadas por la fuerza en el mundo
- Bajo amenaza el futuro de millones de refugiados en África Oriental debido al aumento de costos, conflictos y desastres climáticos
- Tres cuartos de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela en América Latina y el Caribe siguen enfrentando dificultades para acceder a servicios básicos